De duelos y pérdidas (III) – Duele el dolor
Por más que resulte obvio que el dolor es algo inherente a toda pérdida, a menudo nos las arreglamos para intentar anestesiarlo en una absurda y estéril pretensión de dejar atrás nuestra pérdida lo antes posible. La canción que os propongo en esta ocasión pretende, precisamente, dejarnos interrogar sobre dónde tenemos escondido nuestro dolor. Y, de paso, nos recuerda que el dolor no siempre ha de ir unido a la tristeza o a la depresión. El dolor… sólo es dolor. Y duele. Nada más. Y nada menos.
El poder de cambiar el pasado
Lo que sucedió ya ha sucedido pero ¿de verdad es tan parecido a como lo recordamos? ¿tan limitado a lo que recordamos? La forma más radical y verdadera de cambiar el pasado es rescatar lo real que pasamos por alto una y otra vez. El viajero que abandona su mapa abandona también su historia habitual. De ese modo, se encuentra con que el pasado se transforma en otra cosa y con que también él mismo es distinto de como creía ser.
Una Sola Palabra
No sé lo que vendrá ni lo que en otros o en mí descubriré. Ni qué podré hacer y hasta dónde. Sí sé, en cambio, la actitud con que decido de atravesar el resto de mis días: es mi libre y firme decisión poner toda mi capacidad, toda mi energía y toda mi entrega en que cuanto suceda, me guste o no me guste, sea para mejor.
De duelos y pérdidas (II) – Todo cuanto podemos hacer
Uno de los grandes escollos para transitar un duelo suele aparecer en forma de acumulación de asuntos pendientes. Sin embargo, antes o después nos damos cuenta de que todo cuanto podemos hacer es, simplemente, decir adiós. Y qué mejor manera de despedirse que dar las cuentas por saldadas, darse la vuelta y... desearse lo mejor. O, al menos, que nos vaya bien. O, dicho en castizo, que nos den. Que no es lo mismo, pero es igual. Pues bastante tiene ya con lo suyo cada cual.
De duelos y pérdidas (I) – Para que pudiera quedarme
Los que me seguís sabréis que me he referido a este invierno como un periodo de duelos y pérdidas. No hace mucho publicaba una entrada anunciando la primavera y, con ella, mi deseo de que esta época fuera poco a poco llegando a su fin. Sin embargo, igual que a esta primavera parece que le ha costado desprenderse de los fríos del invierno, también los duelos parecen resistirse a terminar de sacudirse de encima los polvos del camino. Así que doy comienzo a un ciclo dedicado a músicas para duelos. Y empiezo con una canción especial, rescatada del olvido por mi compañera Rosa Creixell, sin saberlo ella. Con todos vosotros, Bob Dylan cantando "Don't think twice, it's all right" (No lo pienses más, está bien así). Que la disfrutéis. #terapiaymusica #musicaparaduelo
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La Paz o la Victoria
Estarás bastante solo, entre bestias disfrazadas hasta para sí mismas, entre gentes de bien incapaces de hacer sitio a todos en nombre de algo más grande que cualquiera de nosotros. Tu propia bestia, guerrero, tu propia condición de gente de bien con sus buenas razones... ¿qué vas a hacer con ellas?
Al borde de la vida, feliz Pascua
Feliz Pascua, queridos. De qué nos sirve que llegue la primavera si no abrimos la ventana ni salimos por la puerta hasta que la vida no haya vuelto a contraerse. La bondad y la crueldad del mundo son espejos de nuestros propios rostros, reflejos de nuestras caras de buenas personas, con propósitos normalmente constructivos y casi nunca demasiado destructivos. Por eso, al borde de la vida, barramos y aireemos los rincones, los cuartos trasteros de nuestro corazón, cultivemos el amor, la sinceridad y la fuerza que hacen posible la confianza legítima. Y también la alegría.
Y me desperté en primavera
No sé vosotros, pero para mí este invierno ha sido duro, frío, oscuro y terriblemente largo. Demasiadas pérdidas, demasiadas guerras, demasiadas muertes, demasiado sinsentido. Suficientes despedidas, suficientes duelos. Llega la hora de despertar... en primavera.
Hechos de lo mismo
Qué tenía que perder. Nada. No le quedaba nada. Aquello, comprendió, lo hacía libre, fuerte, imprevisible... peligroso, incluso. Únicamente lo que permaneciera vivo en su corazón lo seguiría anclando a la especie humana, evitando que depredara por placer o dolor.