Hechos de lo mismo
Qué tenía que perder. Nada. No le quedaba nada. Aquello, comprendió, lo hacía libre, fuerte, imprevisible... peligroso, incluso. Únicamente lo que permaneciera vivo en su corazón lo seguiría anclando a la especie humana, evitando que depredara por placer o dolor.