Así aprendió Arturo…
Anhelamos la paz pero el problema luego es sobrellevarla. Qué le ocurre al Guerrero cuando se acaba la guerra. Quién es el Guerrero sin guerra. Cuál es el corazón de nuestra paz.
Anhelamos la paz pero el problema luego es sobrellevarla. Qué le ocurre al Guerrero cuando se acaba la guerra. Quién es el Guerrero sin guerra. Cuál es el corazón de nuestra paz.
Hace más o menos veinte años, tuve un sueño verdadero, de los que nos son enviados simplemente para que los vivamos. Mucho después, un día me miré y me di cuenta de que estaba dentro de mí. Así son las cosas: se nos desvelan primero para luego, paulatinamente, concedérsenos.
Me pregunto cuántas veces, antes de empezar una de nuestras guerras, nos paramos a considerar con ecuanimidad todo lo que se perderá y se destruirá si la ganamos. Como si eso no fuera también responsabilidad nuestra.
Vivimos en un mundo de fantasmas aterrados, airados y ciegos. Nos hemos dividido en nosotros y los otros. En esa división, nosotros conservamos la percepción de nuestra humanidad, pero hemos convertido a los otros en monstruos malvados o en seres desdeñables que deben ser excluidos, erradicados. La mayoría de las guerras se gestan egoístamente, estúpidamente y, por supuesto, irresponsablemente. Luego, basta una chispa. Y ya. Cuántas guerras llevamos a las espaldas. Hace un tiempo, me lo preguntaba. En cuántas estamos metidos cada uno de nosotros a día de hoy.
Si la abuela de Oskar Schell ("Tan fuerte, tan cerca") hubiera seguido el consejo de Marta Fernández y le hubiera transmitido con éxito a su nieto el mensaje "No te enamores de cobardes", habría contribuido a cerrarnos los caminos al amor porque, ¿quién merecería, entonces, ser amado?. Sin embargo, le dice otra cosa mucho más real y quizá hasta más útil: "Lamento que haga falta una vida para aprender a vivir, Oskar, porque si pudiera volver a vivir mi vida, haría las cosas de manera distinta". Pero es que, para aprender a vivir, hace falta una vida, y esa desconcertante evidencia forma parte del misterio de la vida misma.
Por encima de las zozobras y los altibajos de nuestros estados, o quizá por debajo, hay un río profundo que continúa marcando su ruta con la sabiduría tenaz con la que la naturaleza se desarrolla y la esencia busca su plenitud. Esta capacidad forma parte del núcleo del Guerrero.
Reflexiones del jueves pasado por la mañana que encontraron eco entre vosotros.
Recuerdo cómo, de niña, el sentido de esta noche estaba claro. Era un trato. Ellos transformarían la mañana del seis de enero en la más inolvidable de las vivencias porque nosotros, día a día, durante el resto del año, elegiríamos la valentía, la generosidad, el amor, la fuerza, el riesgo, la delicadeza... No siempre, ni de un modo perfecto: simplemente lo mejor que supìéramos. Nosotros éramos pequeños, pero en nuestro compromiso con ellos nos hacíamos dignos y grandes.
Aproximándonos al solsticio de invierno, esto no es un cuento sino un sueño de Navidad. ¡¡Feliz Navidad para todos!!
Sólo lo que es verdad tiene fuerza. Y, hay que decirlo, la tiene toda. Perdidos en nubes de consignas y leyendas, alargamos la mano aferrando la nada, asidero que, a la hora de lo cierto, cuando la vida se pone innegociable, se deshace como arena y descubrimos que somos quienes no creíamos ser. El Guerrero se entrena para mantenerse real, flexible y sólido. Nada de eso se sustenta sin voluntad ni consciencia, sin elección personal. ¿Acaso elegimos lo que queremos cultivar? Sí, pero únicamente entre lo que es verdadero.