Ilustración del cuento "El traje nuevo del emperador"

 

El jueves pasado por la mañana, mientras iba en el transporte público (lo cual, junto a otras que todos conocemos, es una situación que da para pensar), se me ocurrió escribir en Facebook las reflexiones que me estaba haciendo. Inesperadamente, encontraron tanto eco entre vosotros que me llevó a darme cuenta de que somos bastantes los que compartimos las sensaciones y los pensamientos a los que me refería. Por eso he decidido recoger aquel texto aquí, en representación de todos los que, en una u otra medida, lo suscribimos. Gracias por vuestro apoyo:

«Cuando era niña, me parecía que las circunstancias y las consecuencias de los cuentos «El traje nuevo del emperador» y «La gallina de los huevos de oro» eran tan obvias que sus personajes nunca podrían existir en la vida real. Creía que eran cuentos sobre gente demasiado idiota para ser de verdad. Ahora, de adulta, veo con tristeza que son dos cuentos que muestran con una lucidez desoladora dos aspectos muy ciertos de la naturaleza humana. Va haciendo ya bastantes años que tengo la sensación de que estamos viviendo inmersos en las dos narraciones, ciegos, entusiasmados y con difícil remedio.

Llevar al extremo el pensamiento sobre el sentimiento nos vuelve fríos y crueles; el sentimiento sobre el pensamiento, bobos y tóxicos; la disciplina sobre el impulso, hipócritas y estériles; el impulso sobre la disciplina, esclavos y altamente destructivos.

No hay atajos ni trucos de magia.

Por algo no le suelo hacer caso a Facebook cuando, cada vez que entro, me pregunta qué estoy pensando…»

Marian Quintillá