Del amor procedemos, con él fuimos creados; así, al amor tendemos y estamos consagrados
Ibn ‘Arabi

Hace ya un tiempo que no escribía una de las típicas reseñas a la vuelta de las singladuras de nuestra querida tripulación de Argonautas. Y así como habitualmente me gusta compartir una canción de las que nos han acompañado a lo largo de la travesía, en esta ocasión la memoria me lleva a uno de los momentos más emotivos de la película que compartimos al comienzo de nuestro encuentro como punto de partida en la exploración del Corazón del camino.

Harri Dean Stanton en "Lucky"

Al final de la película, los personajes se preguntan sobre la manera de afrontar el vacío existencial ante el vértigo de asomarse al abismo de la muerte, a lo que el protagonista Lucky responde simplemente: «Sonriendo».

Lucky, el protagonista, encarnado por un Harry Dean Stanton de 90 años, realiza un particular viaje de reencuentro y resignificación de su vida a las puertas de su final. Algo especialmente impactante teniendo en cuenta que el mismo Stanton participaba en la película poco antes de su propio fallecimiento. En un momento de esta película, Stanton entona la conocida ranchera «Volver, volver» acompañado de un grupo de mariachis. Es durante la fiesta de cumpleaños de un niño que recién se empieza a asomar a la vida.

Debo confesar que nunca he entendido del todo esta canción, más allá de ver en ella un sentido canto a la pérdida y al dolor. Presumiblemente de un amor, pero extensible, sin duda alguna, a las pérdidas y dolores inherentes al paso mismo por la vida y que, en definitiva, ninguno de nosotros se puede ahorrar. Reconciliarse con la vida, aceptar las pérdidas y asumir el dolor es posiblemente el único camino que nos permite volver la mirada hacia la propia vida. Y acogerla con amor.

Este encuentro ha sido diferente en varios sentidos. Intenso como pocos y profundo como el que más. Y el hecho de que, en nuestra humilde experiencia, intensidad y profundidad pocas veces van unidas, hace de este encuentro algo raro y especial. Ni qué decir que también ha sido un viaje de reencuentro con algunos viejos compañeros que por diversas circunstancias hacía tiempo que no navegaban con nosotros.

Vaya, como siempre, nuestro profunda gratitud y admiración por el importante grado de entrega y de coraje ante la vida, y de apertura al amor y su grandeza, con el temor al dolor que inevitablemente esto lleva aparejado, y que hemos tenido ocasión de compartir con tantos de vosotros.

Decía Rumí:

No es el amor más que beber vino de eternidad.
Vivimos para entregar la vida, otra razón no hay

Volver al amor. No se trata de otra cosa. Feliz regreso a puerto, Argonautas.

David Magriñá