El corazón del camino.

Con este sugerente título y una cita de «Las enseñanzas de Don Juan» de Carlos Castaneda arrancábamos la convocatoria de un nuevo taller de Argonautas para este otoño que pronto habrá de empezar a vislumbrarse. Pues, por más que parezca que este asfixiante verano vaya a durar para siempre, todos los mapas nos indican que su final se encuentra a la vuelta de la esquina. Se acabará el verano y vendrá el otoño. Y éste acabará también.

E igual pasa con la vida.

Porque es de lo que va todo esto. La vida empieza, transcurre, pasan cosas… y acaba. A pesar de que durante un tiempo nos conducimos como si no fuera a acabar nunca, como aquella vaga idea que teníamos de la vuelta al cole a comienzos de verano cuando éramos niños. Parecido al recuerdo del invierno durante estas noches sofocantes que hemos estado sufriendo hasta hace poco. Tan lejano que casi no parece real. Hasta que un día cambia el tiempo y comprendemos que, simplemente, se acabó. Parafraseando a Neil Peart, que de esto a estas alturas ya debería saber un rato, «aprendiendo que somos inmortales… por un tiempo limitado» 1

Supongo que por eso tengo grabados a fuego algunos momentos durante los que acompañé a mi padre cuando se acercaba el final, especialmente su empeño en dotar de sentido lo vivido. Dándole valor a aquello que durante la totalidad de su vida lo fue todo, ante la feroz e implacable perspectiva de la nada.

Qué importante es el sentido. Y qué resbaladizo. Y qué angustioso el sinsentido.

De todo lo que somos capaces los humanos para evitar mirar al vacío es algo a lo que ya estamos acostumbrados. Quizás, lo que no tenemos ya tan claro es cómo atravesar ese vacío mirándolo de frente y, si es posible, dotarlo de sentido. O, al menos, trascender el sinsentido.

Y llegados a este punto quisiera compartir una reflexión. Y es que el título del tema con el que concebimos este encuentro bien hubiera podido ser otro mucho más incisivo. Uno con el que, además, hubiéramos tenido la oportunidad de saborear un cierto toque tragicómico: Lo tremendo y contundente de interrogarnos, así, a pelo, sobre «el sentido de la vida», por un lado. Y la socarrona evocación de una de las películas más desquiciantes de los Monty Python, por el otro. Y ambas cosas colgando en el vacío. Ahí es nada…

Y la verdad es que quizás no hubiera sido un mal enfoque, pero en su lugar hemos preferido proponer, ya de entrada, una exploración posible. Qué sucede cuando este camino, entre la esperanza y el absurdo, es recorrido con corazón.

Sobre esto y otras cosas es sobre lo que queremos explorar en el transcurso de este viaje.

De momento, como invitación a la reflexión y siguiendo la tradición peliculera que tantos de vosotros ya conocéis, os dejamos esta escena de la singular película «Synecdoche, New York». Sobre el sentido y el sinsentido, precisamente.

¡Bienvenidos a esta nueva travesía, Argonautas!

David Magriñá

 


1 Neil Peart es el baterista y principal letrista de una banda que ha dado forma a la banda sonora de mi vida y muchas de cuyas canciones me han acompañado en un momento u otro a lo largo de los años y también de este trabajo. La mención viene del hecho de que falleció en enero del 2020, algo que para muchos de sus seguidores, entre los que me encuentro, supuso una pérdida significativa. Si alguien tiene curiosidad, comparto a continuación la canción a la que hago referencia (recordad activar subtítulos)