Continuamos con el tema «De magos y hechiceros» indagando un poquito más en eso del hechizo.
Si atendemos a su origen, la palabra hechizo viene del latín facticius, que viene a significar, simplemente, algo así como fabricado o artificio, en contraposición a aquello otro que es natural o auténtico. Y, en este punto, conviene tomar una cierta distancia de los posibles prejuicios acerca de si es mejor lo uno que lo otro para poder empezar a vislumbrar de qué va todo esto. El hechizo no surge de manera espontánea. Ha de crearse, urdirse, fabricarse. Hace falta una voluntad para ello. La de nuestro hechicero, obviamente. Voluntad guiada por un interés o una finalidad. El hechicero no es sino el hacedor de hechizos, un «fabricante» que se dedica a ello, eso sí, con mayor o menor consciencia de lo que tiene entre manos.
¿Y cómo se realiza un hechizo? Bueno, ahora me permitiré una licencia y echaremos un vistazo al origen de la misma palabra… pero esta vez en inglés (media vida jugando con el ordenador deja cierta impronta…) Bueno, el caso es que, si mal no recuerdo, hechizo se dice spell, palabra que seguramente todos conocéis aunque quizás en otros contextos. Normalmente usamos spell para deletrear y parece que antiguamente se usaba también para referirse a narraciones, historias, fábulas… En cualquier caso, spell tiene que ver con el uso de la palabra. Y no de una palabra estática, sino en movimiento: Letras que se unen unas a otras para formar palabras (deletrear), palabras que se unen para formar frases (hablar), frases que se unen hasta contar una historia con un contenido y un significado (narrar).
Así que un hechizo es un artificio que se hace con palabras. Pero no con palabras cualesquiera sino bien escogidas, bien enlazadas, bien entretejidas hasta formar una trama llena de significado, y cuidadosamente pronunciadas, en el orden correcto y con la entonación precisa. Vaya, eso empieza a recordar a los cuentos de magia, ¿verdad? Y si consideramos que la percepción que tenemos de la realidad está ligada a nuestro pensamiento y que éste se estructura entorno al lenguaje, ya podemos empezar a sospechar por dónde van los tiros…
Cuantas veces no habremos oído aquello de «no te cuentes historias», o «éste se cree sus propias mentiras». A todos nos suena eso de «y el verbo se hizo carne» y «Lo que no se nombra no existe»
Tal es la fuerza de la palabra, tal es el ímpetu de un discurso, tal es el poder de una narración.
¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira? Si estuviera tan claro no tendríamos esta tendencia a engañarnos con grandes «verdades», ¿no os parece? Hasta podríamos considerar que cualquier verdad o mentira, desde el momento en que es enunciada como tal, puede (y, de hecho, suele) estar fabricada, ser un artificio (hechizo). Incluyendo estas mismas palabras que estáis leyendo.
Quizás, y sólo quizás, convenga empezar a dejar de buscar verdades y mentiras y empezar a preguntarnos qué es real y qué no lo es. Qué está fabricado y qué estaba allí antes de que llegara nadie y se pusiera a fabricar. Cómo era todo antes de la llegada del hechicero… o después de su partida.
Y a propósito de hechiceros, y siguiendo la tradición, os dejo con un par de escenas de «El señor de los anillos: El retorno del rey» en las que se puede ver a Lengua de Serpiente hechizando al rey Theoden, en la primera, y al mago Gandalf liberando del hechizo al rey, en la segunda. Que las disfrutéis.
David Magriñá
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