Sufragistas

Hoy he recordado mucho a las mujeres de mi vida, desde el principio, con amor y admiración. No puedo expresarlo. Necesitaría mucho espacio o ninguno. Mujeres de una pieza, llenas de amor, de verdadera presencia. Las del pasado, las del presente, las que se están haciendo. Las que me inspiraron conscientemente, las que sólo pude ver bien cuando fui capaz de madurar. Las que me enseñan día a día mientras las veo hacerse mejores y más sabias y aquellas que me siguen dando luz a medida que aprendo a tomar ahora lo que me dieron hace mucho.

Las que estaban o están en mi vida en carne y hueso. Las que me llegan a través de sus obras, sus biografías, sus hazañas…

Las Guerreras. Ninguna de ellas digna de ser compadecida o justificada, todas autoras de sus existencias, responsables de sus decisiones, capaces de transformar la realidad con su capacidad de mirar y de hacer.

Sólo ellas pueden comprender su tiempo, los pasos que dieron o dan en sus encrucijadas.

Me alegraba de tener un Día Internacional de la Mujer para vernos y celebrarnos y me daba cuenta de que necesito tener también un Día Internacional del Hombre para verlos y celebrarlos. Estoy pensando en declararlo por mi cuenta, al menos en lo que a mi mundo se refiere, porque no me parece probable que lo tengamos en breve y me niego a esperar más para vivir algo tan sanador para todos los que participemos en él.

Pero será otro día.

He tenido una jornada rara, ajetreada, con muchos asuntos, imprevistos, encuentros, contratiempos… también divertimentos y alegrías pequeñitas como joyas. Y esta dulzura de tenerlas presentes. A ellas. A las Guerreras.

Me alegraba de no haber olvidado que el Día internacional de la Mujer es exactamente así de amplio: Día – Internacional – de la Mujer. Puede ser celebrado de mil maneras. Debe ser celebrado de mil maneras. Es libre.

Quería poder explicar lo hermoso, lo grande, lo pleno que es ser mujer, lo bellísimo de la fuerza de las mujeres, de esa fuerza en sí misma tal cual es y tal cual puede, y cómo, cuando se encuentra de corazón con la fuerza de los hombres, en esa alquimia suceden milagros increíbles, cosas inenarrables. Soy feliz de ser mujer y de sentirlo. Ya está. Lo cierto es que no me parece que vaya a poder explicarlo.

También quiero compartir con vosotros un poema. Me siento un poco incómoda. Demasiada desnudez en un lugar tan público. Me da lo mismo: útimamente, varios amigos – con sus sugerencias o con su ejemplo – me están enseñando la generosidad de compartir este tipo de cosas.

Lo escribí para las mujeres de mi familia y a ellas está dedicado. Me inspiré sobre todo en las que nos han precedido, y sé que me quedo muy corta, muy incompleta, cuando intento nombrarlas, pero también es para nosotras y para las que han ido llegando después, con sus preciosas caras nuevas, apuntando maneras cada una según la brújula de su interior.

Hoy me gustaría que fuera para todas las Guerreras. Y para todas nosotras. No es gran cosa – lo digo en un sentido amplio, sensato – porque vivir no es gran cosa: es la felicidad plena de una entrega cotidiana.

Va por nosotras.

Parasiempre

A las mujeres de mi familia

Tomo el fanal de vuestros parasiempre
por amor y pasión, como vosotras mismas,
damas de alcurnia y cabaret,
contables y filósofas, pianistas y teólogas,
santas, cantantes, bailarinas,
madres, esposas, viudas,
emigrantes,
prósperas, hambrientas,
fugitivas audaces y obstinadas,
dueñas de pueblo capaces de enfrentarse
cara a cara a la bestia que es el humano en guerra
sin concederse titubeo…

Sé que, en cualquier designio que pueda descubrirme,
alguna de vosotras ha recorrido ya
la parte del camino que me concede su fotografía,
que en ninguno soy extraña o soy huérfana.
El profundo calor que me recorre,
la fuerza de mi corazón terco,
viene de vuestra fuerza y de los hombres
que supisteis amar.

No es mala herencia, os lo aseguro.

Así, voy realizando lo que amo, creo y debo,
al precio que me cueste,
y lo pago brindando,
con el ademán digno de una dama
que no tiembla aunque pague con su última moneda.

En un tiempo confuso, como fueron aquellos,
tomo el fanal de vuestros parasiempre
por amor y pasión, agradecida.

Marian Quintillá