Parecía que no fuera a llegar nunca el momento de retomar nuestros viajes. Afortunadamente, tras un parón de casi dos años hemos podido finalmente levar anclas y embarcarnos en una nueva experiencia de aprendizaje y apertura. Y aunque he de reconocer que en esta ocasión no ha sido particularmente fácil, el transcurrir de los días va dejando ese poso familiar en el que se van asentando la serenidad y la certeza de haber asistido a algo verdaderamente valioso. Y, como ya es habitual, a través de actitudes muy sencillas: confianza, entrega, honestidad, apertura… En definitiva, la vida misma, aunque la mayor parte del tiempo no nos enteremos del todo.

Y en el centro de todo ello, la satisfacción de comprobar que, a pesar del tiempo transcurrido, la llama sigue viva. Desde los viejos compañeros de armas hasta las más recientes incorporaciones, argonautas, vosotros hacéis la magia. Gracias, de corazón, por vuestra preciosa presencia.

Baile zulú

Y como es de ley, os comparto la música que más interés suscitó y por la que la mayoría de vosotros me preguntó. Decir que fue un viaje movidito, con abundancia de percusiones, de ritmos tribales y no tan tribales, de bailes fantásticos y de trances extáticos, de manos que aletean y pies que golpean, sería quedarse corto. Como siempre, cuerpo, movimiento y entrega forman una estupenda receta para exorcizar demonios. No digo que no haya otra, pero lo cierto es que fue un placer contemplaros… y también participar.

Así que aquí os la dejo para que la sigáis disfrutando a gusto. O sufriéndola, si fuera el caso 😉

Un gran abrazo a todos. Nos vemos en la próxima aventura.

#argonautas, #musicayterapia

David Magriñá