Celebración de la fiesta de Todos los Santos (México)

 

Escuchando las voces de los muertos me hallo. De los que ya no sacan cuentas porque saben que sólo un insensato intenta ser contable del infinito.

La vida, en cualquier caso, tiene una médula enormemente hermosa: el privilegio inevitable de amar y el de abrirse a ser amado.

En realidad, eso nunca falla.

Y lo demás son exigencias nuestras, niños perpetuos, quiero, quiero y quiero…

Soñé con bajar la luna o con que me la bajaran…

Y para qué quieres la luna.

Una chispa nos forma y un soplo nos derriba. En medio, somos hierro y fuego. Ofrendas, milagros, desatinos…

Desde las estrellas, sólo podemos conmovernos y reírnos, y tender la mano a los que van subiendo la escalera, a los que vagan campo a través, por el mar o siguiendo los senderos…

Si alargas la tuya, nos encontrarás.

Nadie puede enterrar a los muertos porque no hay forma de echarles mano. Nos quedan sus amadas cáscaras deshaciéndose. Enterrándolos, únicamente los celebramos y les mostramos memoria, amor y respeto mientras ellos van libres por sus esferas misteriosas.

Hay dos valentías: la de atrevernos a decirles adiós y la de atrevernos a decirles hola. Ninguna es fácil.

 

La vida, en cualquier caso, tiene una médula enormemente hermosa: la experiencia de amar y la de abrirse a ser amado.

Es imposible no reconocerla ni toparse con ella.

Todo lo demás, tarde o temprano, ha de ser pasto de polillas. Fastuoso pasto, a veces.

Esta mañana, me he despertado pensando en mi muerte, en el futuro posible, en el todo a medio hacer.

Era sencillo: No tengamos miedo, la vida es increíblemente hermosa porque amamos y somos amados. De mil maneras. En mil empresas. Los demás objetivos han sido pasatiempos interesantes.

No tenía mérito porque esta mañana yo estaba abriendo los ojos en mi cama con un fin de semana tranquilo por delante. Eso sí, el que dedicamos a nuestros muertos queridos y venerados. A nuestros muertos maestros, predecesores en el vivir y morir con corazón.

Al poco rato, en una alegre sincronicidad, he dado con un vídeo en el que Joan Garriga habla sobre la muerte. He disfrutado resonando con cada frase. Abajo os lo dejo por si también os nutre.

Resalto un momento que también recogía Juana Gallardo (os dejo aquí un enlace a su propia reflexión de hoy), refiriéndose al contenido del mismo vídeo: Moisés Broggi, que vivió más de cien años, decía que todavía no había visto morir a nadie infeliz.

Noches y días de Santos y Difuntos. Días y noches de nuestros muertos. Recordatorios de realidad. Mapas de vida plena. Luz en la niebla. Amor brotando como fuente abundante y fresca en el desierto.

Que nuestra fiesta sea profunda y magnífica. Que dejemos que se abra la puerta que cruza el abismo de nuestra distracción y, como celebran nuestros hermanos hispanoamericanos, en estas noches cenemos juntos, vivos y muertos en la misma mesa, y nos dejemos enseñar.

De qué les sirve susurrar si no aprestamos los oídos.