Pintura de Christian Schloe

Quien te dice que ausencia causa olvido
mal supo amar, porque si amar supiera,
¿qué, la ausencia?: la muerte nunca hubiera
las mientes de su amor adormecido.

¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido
del acertado hierro, cuando quiera
huir medroso, con veloz carrera,
las manos que la flecha han despedido?

Herida es el amor tan penetrante
que llega al alma; y tuya fue la flecha
de quien la mía dichosa fue herida.

No temas, pues, en verme así distante,
que la herida, Amarili, una vez hecha,
siempre, siempre y doquiera, será herida..

                                  Francisco de Medrano (1570-1607)

La naturaleza del amor es opuesta a la del querer. Mientras el querer gira en torno a sí y muda según las apetencias del momento, el amor mira ampliamente y permanece. Por eso no podemos descansar ni confiar en la solidez del querer pero sí en la del amor.

Sin embargo, los dos pueden manifestarse como grandes anhelos, alimentar intensos impulsos. A menudo se confunden. Qué no haríamos por conseguir aquello que realmente queremos. Con cuánta obstinación somos capaces de persistir en quererlo.

El querer está hecho para satisfacernos. Cumple su función poniéndose a nuestro servicio. Si deja de alimentar nuestro deseo de él o si nos exige más esfuerzo del que nos es cómodo, es perfectamente prescindible. Se acaba…

Voy a tener la osadía de decir que el amor no. Que puede cambiar su forma, inclinarse ante la realidad a la que en un momento dado se vea obligado a adaptarse, tomar incluso la forma de la ausencia o la renuncia si es preciso, pero no muere.

Porque no es el amor el que está hecho para nosotros, sino nosotros para el amor.

No somos nosotros quienes lo sustentamos, sino que él nos sustenta.

Y desde ahí, puede generarnos una entrega tan absoluta que confundamos su fuerza y su constancia con la atadura de la dependencia, cuando en realidad lo que nos hace es definitivamente libres.

El querer consume. Gentes, proyectos, vínculos, entusiasmos, experiencias…

El logro de su afán nos libra de la desagradable tensión del ansia y la carencia.

Cuando nos queremos, y nos queremos tanto, en realidad mi querer y tu querer pelean.

El amor alimenta.

El logro de su anhelo nos transforma, nos llena al fin del material que basta.

Recorre amplios jardines o ingobernables laberintos sin plantearse qué va a ser de él. Hace lo que debe, por más dislocado que resulte.

El amor es realidad. No decide si es, sino que acepta que es.

A veces, el querer puede madurar hacia el amor. El amor no retrocede hacia el querer.

Y estas fuerzas juegan, se desafían, tiran, aflojan y bailan dentro de nosotros.

El problema no es amar o querer, sino confundirlos.

Marian Quintillá

 


Por mi parte, me gustaría compartir con vosotros una versión musicada del poema que abre esta entrada, delicadamente interpretada por Nydia Caro. Espero que os acompañe como lo ha hecho conmigo durante muchos años.

David Magriñá