Trayectorias

Credit: Advexon

La palabra «magia» viene del griego «magus» (mago) la cual, a su vez, fue tomada del persa haciendo referencia a los sacerdotes de una antigua religión llamada «mazdeismo«. Al parecer, las capacidades de estos sacerdotes, versados en la astronomía y las artes médicas, eran consideradas extraordinarias y de difícil comprensión. De ahí que el significado de mago quedara asociado a lo sobrenatural y, a menudo, asimilado a la hechicería.

De hecho, por magia solemos entender todo lo relacionado con la capacidad de conseguir resultados contrarios a las leyes naturales. Por eso no deja de ser curioso que las asombrosas capacidades de estos magos tuvieran más relación con el conocimiento del mundo y de sus leyes naturales que con la pretensión de conseguir efectos que desafiaran a las mismas. Aún hoy en día tendemos a contraponer, un tanto ingenuamente, «magia» a «ciencia», cuando lo único que diferencia a la una de la otra es nuestra capacidad de comprender las leyes naturales que subyacen a cualquier fenómeno. En palabras de Arthur C. Clarke, en una de sus «leyes» sobre el avance científico y tecnológico:

Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es totalmente indistinguible de la magia.

Lo que me gustaría recalcar de toda esta reflexión es que parece que por magia nos referimos a todos aquellos fenómenos cuya ocurrencia es real pero está sujeta a fenómenos que no podemos comprender. Mientras que continuamos reservándonos la palabra hechicería para referirnos a todos aquellos juegos de apariencia que nos hacen creer que está pasando lo que, de hecho no es real.

Pero… ¿qué es real?

Ésta es una pregunta comprometida. Y nada fácil de contestar. Para unos, la realidad es única e inmutable. Para otros, es un mero producto de nuestro pensamiento, cambiante y moldeable a la medida de nuestras aspiraciones. A mí no me queda del todo claro si esta pregunta debería ser respondida por magos o por hechiceros. Sin duda es una pregunta sustantiva pero es innegable que con las respuestas nos podemos contar muchos cuentos. Precisamente por ello me parece imprescindible, cuando menos, sumergirse en ella para estar prevenidos ante los posibles embates de la hechicería.

Por todo esto, Dios me libre de meterme en camisa de once varas y pretender entrar ahora a desbrozar este asunto. En su lugar, os dejo un vídeo donde se aborda exactamente esta cuestión desde el punto de vista de lo que la ciencia (es decir, la magia que podemos comprender) está en condiciones de responder a día de hoy. Os proponemos que le echéis un vistazo y os dejéis impregnar, no tanto por las respuestas, sino por los interrogantes. Y cuando nos encontremos, quizás tengamos ocasión de comentarlo. ¿Os parece?

David Magriñá