La hojarasca que entró por la puerta
Comenzamos una nueva singladura de nuestro querido grupo de argonautas preguntándonos a qué llamamos amor que no es amor. Y a qué no lo estamos llamando y sí lo es. Vaya por delante, y eso simplifica mucho la cuestión e incluso puede proporcionar descanso, que no podemos saber qué es el amor porque es mucho más grande que lo que cabe en cuanto humanamente alcanzamos a ser. Todo aparente éxito en definirlo o abarcarlo conllevará una reducción de su naturaleza que, tarde o temprano, hará saltar por los aires las conclusiones deducidas, de una forma teórica o práctica cuando no las dos, de nuestras premisas.