
Gracias a las hermosas personas que celebrasteis con nosotros, el pasado viernes 19, la meditación de Navidad de ‘La Casa de Gestalt’ y la cena con picoteo que entre todos improvisamos después.
Para nosotros siempre es un encuentro entrañable que nos sitúa a la puerta de las celebraciones de Navidad con el corazón abierto. Es verdad que acoger puede ser muy sencillo y también que da lugar a muchas cosas: gracias por vuestra generosa autenticidad y vuestra acogida.
Como solemos hacer otros años, compartimos aquí los textos de la meditación y las músicas que estuvimos escuchando. Y, en especial, compartimos la pieza central sobre la que se articuló la meditación de este año. Para una reflexión más detenida sobre esta música y su significado, podéis consultar esta otra entrada que encontraréis siguiendo este enlace.
¡¡¡Y muy Feliz Tiempo de Navidad, queridos amigos de aquí y de allá, desde La Casa de Gestalt!!!
I
No lo verán los sabios.
No, no lo verán.
Lo tendrán delante y no podrán entenderlo.
Buscarán un enigma que alcancen a aceptar sus mentes,
quizá reservado a unos pocos, en especial tenaces, osados, profundos…
No lo verán.
Lo verán los animales de labor,
que saben de cargas, de esfuerzo, de pisar la tierra,
que escuchan su instinto
y distinguen al bueno del malo por sus obras.
Lo verán los sencillos,
los que dicen no soy, no sé, no puedo.
Los que, cuando les habla un ángel,
lo que ven es un ángel que les habla
y escuchan.
Ellos lo verán.
II
No lo verán los poderosos,
los que le dicen al sol que salga, a la luna que se oculte,
los que ponen cargas a los hombres y quieren ser dueños de sus actos y sus corazones.
No, no lo verán.
Pasarán a su lado deslumbrados por todos los brillos del mundo,
borrachos por la luz que ellos mismos pretenden irradiar.
No lo verán.
Lo verán los humildes,
los que son capaces de inclinarse, de arrodillarse, de adorar.
Los que alcanzan a captar lo pequeño, lo sutil, porque rozan el suelo,
porque miran con asombro a lo alto.
Ellos lo verán.
III
La respuesta a la esperanza destroza todas nuestras esperanzas.
Andábamos sin saber hacia dónde aunque creíamos seguir una ruta.
Caminábamos en las tinieblas aunque pensábamos que nos guiaba una luz.
Y he aquí que nos derriba.
Lo tierno, lo diminuto, lo que no tiene palabras
ni las respuestas que tan hondamente habíamos buscado,
eso, lo innombrable, lo inabarcable,
desmonta los andamiajes de nuestras vidas con una fuerza profundísima.
Y sólo podemos contemplar.
Y contemplar es la puerta abierta al alimento, al hogar, al fuego que nos transforma,
hallar la mano que arrulla al grito que, en la noche, desgarraba el manto helado del sinsentido.
No se comprende, no se resuelve: se vive.
No pide inteligencia, dominio, sino entrega.
Nos hace. Nos rehace.
Nos hace si nos quedamos en él.
IV
Feliz quien lo acoge
Feliz quien le brinda su casa, sus manos, su corazón,
el río de sus pensamientos,
la presencia innegable, pasajera, de su cuerpo,
como ofreciendo un ánfora vacía
para que lo que haya de hacerse se haga.
Felices los pobres, los cansados, los que se equivocan, los que no encuentran, los que no merecen…
porque están con el corazón a punto,
con el alma preparada,
con los ojos listos para verlo.
Feliz quien no entiende,
feliz quien se entrega,
feliz quien contempla,
feliz quien se vacía
para que pueda llenarlo el Amor
y en el Amor todo se lleve a cabo
según está dispuesto para el corazón de los hombres.
Marian Quintillá
Músicas
Deja tu comentario