Cómo seguir el Camino del Guerrero cada día.
Todos tenemos momentos luminosos, de claridad, de fuerza, de apertura, de comprensión, de serenidad y sabiduría… a veces hasta parece que las puertas del cielo se nos abren para dejarnos ver algo de lo que hay más allá de nosotros, y quién sabe si incluso es posible que así sea. En esos instantes, es fácil aunarse y ponerse en pie, alzar el corazón, discernir la dirección y la acción, encaminar los pasos hacia lo que resulta tan evidente.
A veces, la vida brilla y nosotros con ella.
Pero otras veces no vemos, el día a día resulta árido, los planes se nos tuercen, la tragedia nos muerde, el corazón se nos encoge, las satisfacciones inmediatas del mundo nos narcotizan, nos desanimamos, nos aburrimos de vivir… Ése es el tiempo del Guerrero. Entonces es cuando hace verdaderamente falta su manera, cuando el curso de los acontecimientos no se confabula para entusiasmarnos sino para desarbolarnos o hastiarnos.
No os engañéis. El Guerrero no es mágico, no cambia el mundo ni la vida. Sólo nos transforma a nosotros. Desde ese Camino, permanecemos presentes, perseverantes y despiertos a través de los altibajos. Flexibles y sólidos. No nos ahorra nada. No nos soluciona nada.
El Camino del Guerrero no es un atajo sino la senda en la que cada uno de los pasos se va delineando nítidamente sobre la tierra.
Marian Quintillá
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