Puerta a la Sabiduria

 

No siempre la empresa con la que se encuentra el Guerrero le resulta abarcable. Llegado el momento, ha de enfrentarse a circunstancias en las que sólo sabe lo que ha de hacerse, o lo que es preciso alcanzar, pero no cómo ni hasta dónde le resultará posible. Incluso puede ser que esté arriesgando en ello su integridad, su corazón o su vida.

En estos casos, puede muy bien ocurrir que uno de los apoyos – tal vez hasta el principal de ellos – con los que el Guerrero cuente sea la fe.

La fe del Guerrero es una fe en la que él mismo se compromete totalmente con lo que sucede. No intenta esconderse detrás de una cortina de augurios ni sustituir su participación en los acontecimientos por una plegaria desresponsabilizada y mágica. Está presente por completo. Si aguarda, presente en la espera; si reflexiona, presente en la reflexión; si actúa, presente en la acción; si ora, presente en la oración; si se deja guiar, presente en la entrega… 

Así es como el Guerrero resulta ser dueño de sí en los momentos de su vida en los que la realidad le sobrepasa.

Y en el caso de que no encuentre dentro de sí la fe o por lo que sea no vaya a darle nombre, siempre puede recurrir también aquí a la virtud que nunca se separa de ella: la impecabilidad.

Marian Quintillá