¿Cuántos resentimientos llevamos acumulados en el corazón?

Cada uno de ellos es un peso y una cadena. Sin embargo, qué duro se nos hace muchas veces renunciar a ellos. Cómo los cuidamos, los alimentamos, los rememoramos… casi los hacemos formar parte de nuestra identidad. Y a medida que la vida pasa, va aumentando la carga que llevamos a la espalda, o en el pecho, o en las tripas, o en las manos, o en los pies…

¿Cuántos resentimientos podemos soportar sin volvernos inválidos, sin que nuestro corazón se acartone? ¿Cuánta fuerza, cuánto poder, cuánto tiempo desperdiciamos en cada una de esas guerras eternas, de esas hogueras inacabables?

En cada resentimiento, nos desangramos, nos gangrenamos, dejamos pudrir nuestra paz, nos hacemos rígidos y nos vamos muriendo por dentro. Podríamos pensar que se dirigen – quizá incluso consideremos que comprensiblemente – contra otros, y hasta que son fruto de la razón o la inocencia, pero en realidad se dirigen contra nosotros mismos y lo que nos aportan es un artefacto grande y hueco que nos mantiene enganchados.

Y  como no puede ser de otro modo, el camino para la curación, cuando empezamos a desearla realmente, está inmerso en la paradoja y el misterio.

Marian Quintillá

 Poder 1