La vida humana sobre la tierra tal como la conocemos tiene un fin, o un paso trascendental, en la muerte, y la cuestión es cómo vamos a vivir esa vida. Hay miles de formas y caminos. El camino del Guerrero, sea cual sea el que cada guerrero elija, es un camino con CORAZÓN.

Para entendernos, vamos a considerar al corazón como el centro, lo que le da profundidad, trascendencia y sentido. Lo que nos aporta una existencia plena y feliz, más allá de los altibajos, los logros y frustraciones, la suerte y las satisfacciones e insatisfacciones cambiantes del día a día. Es el centro de gravedad. Lo que me vertebra, me mueve y marca la dirección. El guerrero tiene un objetivo, una dirección, o va por la vida como hoja de otoño flotando en el viento, donde el viento quiere, subiendo y bajando según las circunstancias, creyendo ilusoriamente que su esfuerzo lo lleva a ascender cuando el viento lo empuja hacia arriba o que sus actos lo hacen descender cuando el viento lo lleva hacia abajo, pero sin poder real sobre el capricho del viento ni apenas influencia de su voluntad sobre lo que le sucede. El objetivo del Guerrero puede cambiar o evolucionar con el tiempo.

Cuál es el corazón de mi camino. O mejor dicho: ¿Tiene corazón mi camino?

Éste es el centro del camino del Guerrero, no la guerra. En realidad, nos atrevemos a decir no sólo que lo propio del Guerrero no es la guerra, sino que lo propio del Guerrero es acabar con la guerra: la que está “dentro” de él y la que libra con “lo de fuera”. El Guerrero Interior sólo hace la guerra cuando no hay más remedio y únicamente para acabar con el conflicto.

Marian Quintillá

 

Madurez (Betty Varela)