Warriors, Elicia Edijanto

Vamos a hablar otra vez del Corazón, ya que en el Corazón está todo y desde el Corazón se llega a todo.

¿Qué es?

Pues es el centro: allí donde cuanto somos converge, se unifica y toma consistencia y dirección.

Cierto que requiere presencia, consciencia y responsabilidad, pero no se reduce a ello. El Corazón contiene el sentido o sintoniza con él, como prefiráis.

A menudo, buscamos la felicidad fuera de nosotros. Creemos que la conseguiremos introduciendo cambios en nuestras circunstancias, dado que a ellas atribuimos su ausencia. Muchas veces, al principio, deslumbrados por la novedad, la ilusión, las expectativas, lo que imaginamos a partir de lo que vemos… parece que funciona. Luego, poco a poco,  también muchas veces da la sensación de que todo cambia, o de que «las cosas no eran exactamente lo que parecían» (o no lo eran en absoluto), y a la larga volvemos a nuestra decepción, a nuestro enfado o a nuestro aburrimiento.

Creemos que conseguir determinadas cosas o experiencias nos hace plenos y que no hacerlo nos vacía, nos frustra y nos hace fracasar en un sentido profundo.

Cuando la vida «nos trata bien», subimos como la espuma del champán. Cuando la vida «nos trata mal», nos hundimos en oscuros abismos. Y en esa dinámica, el ejercicio de nuestra libertad se diría que es movernos de manera que logremos alcanzar «lo bueno» y esquivar cuanto sea posible «lo malo».

Somos, entonces, tan marionetas de las circunstancias como dueños de ellas habíamos llegado a considerarnos.

Ahí, no hay Corazón. Ni tampoco libertad, probablemente.

Y sin Corazón, no hay felicidad auténtica. Únicamente espejismos pasajeros.

¿Qué es el Corazón?

Es el centro y la brújula. Es el ser. El eje. 

Si me preguntarais a día de hoy, os diría que para mí es el Amor, pero el Amor como actitud, no necesariamente como sentimiento. Sin embargo, ésta sería exclusivamente mi respuesta y cada uno ha de encontrar, a través de su experiencia, la suya.

El Corazón va de una pieza. No se desparrama en distintas direcciones según las divergencias y veleidades de pensamientos, sentimientos, instintos, impulsos, imágenes, deberes, deseos o caprichos. Por el contrario, lo centra todo en torno a un único faro. Y es pleno. Tanto si alcanza las metas más cegadoras como si recorre un destino sencillo, ascético y aparentemente pobre.

Ése es el punto. El Corazón nos hace libres al mismo tiempo que empezamos a «hacer lo que hemos de hacer».

Es el puro «dentro», pero su mirada no se dirige hacia dentro. Para lograr mantener la consciencia, no orbita alrededor del ombligo hasta confundirlo con el sol. Sin desresponsabilizarse de sí mismo, el «yo» no importa.

Tampoco nos ahorra el dolor. Pero el dolor tiene sentido.

¿Qué es, pues, el Corazón? 

Aquello sin lo que no puede andar ningún Guerrero. Y por otro lado, cuántas veces la primera parte de su camino no es otra cosa más que la aventura de llegar a encontrarlo.

Marian Quintillá