Cuando nos parece que no podemos más, basta con estar, con permanecer de verdad.
No es necesario poner en marcha músculos agotados, extraer entusiasmo de corazones rotos ni sacar grandes pensamientos de mentes anonadadas. Sólo entregar la presencia, aquello que somos, lo que naturalmente, generosamente, sale de nosotros al dejarnos en paz.
Esto no tiene nada que ver con abandonarse a esa ausencia de narcosis y sofá, o de distracción frenética, a la que con frecuencia llamamos refugio o descanso. Es justo lo opuesto. En la presencia, estamos vivos y seguimos fluyendo con la vida; en la ausencia, estamos muertos y, desde ahí, matamos también de distintas formas nuestro tiempo.
Cuando nos parece que no podemos más, muchas veces dan ganas de morir, de matar o de huir. Y esto es lo que hace eterna la batalla.
La batalla sólo se atraviesa desde el corazón. Con el corazón como faro, como armadura, como brújula, como motor, como bandera…
Marian Quintillá
Muy bella esta reflexión, David. Y con un final muy dulce que te hace sentir en paz.
Gracias Umberto. La reflexión es de Marian. Un abrazo.
Ops ;-)..entonces…muchas gracias Marian por esta reflexión que llega al corazón. Un abrazo para los dos
🙂
Si la lucha es larga…la única manera de sobrevivir es… huyendo. Al fin y al cabo es otra manera de morir.
Yo pienso q por muy mal q se esté hay q continuar…aunq a veces es muy duro..hay q aprender a esperar y a ser optimistas