Bogenschütze (Dresden)Mientras no somos dueños, no es raro que el corazón, la cabeza, las tripas, el instinto, los actos… parezcan seguir caminos separados. En ese tiempo (o en ese estado) nos identificamos a veces con unos, a veces con otros, a veces con unos y otros en una incómoda locura. Quiero, quisiera, querría, debo, debiera, debería, me gusta, me gustara, me gustaría, puedo, pudiera, podría, hago, hiciera, haría, tú, yo, nosotros, vosotros, los otros… están a la vez mezclados y divididos, tirando confusamente en distintas direcciones, forajidos, niños o damnificados, cegados tan pronto con la desconsideración como con la culpa, dando lugar a conflictos que solucionamos como podemos, con mayor o menor fortuna por no hablar de habilidad

Me parece que no hay trucos, atajos ni fórmulas, y mucho menos instrucciones, para acabar esa guerra. Se parece más a un arte y (como decimos tantas veces) a una entrega. Hay constancia, presencia, disciplina, honestidad, decisión, aceptación, maduración. Y lo que sí sé es que se acaba. Que, al hacernos dueños, todo nuestro ser se alinea, y podemos tener dudas, conflictos, inseguridades, confusión, y puede haber cosas que preferiríamos que no fueran como son, o que nos gustaría poder ahorrarnos hacer o vivir, y podemos sentir simultáneamente dos o tres emociones distintas en la misma situación (incluso descubrir que es corriente que así sea), pero estamos presentes de una pieza. Cuanto somos se orienta en una única dirección, que puede ser tan amplia, poco común o convencional como se quiera, y vivimos enteros, respondiendo también enteros de nuestra vida. 

Como el arquero, que al tensar la cuerda de su arco, se dirige todo él a un único objetivo, encamina su disparo con todas y cada una de las partes de su ser a un único blanco. No se distrae. No se obstaculiza. No se amenaza. Se hace uno con el arco y la flecha, canal de su propia intención, coherente consigo.

Eso es todo. 

¿Hacerse dueños de qué o de quién? Voy a tener el descaro de dejar en el aire la respuesta.

Marian Quintillá

 DIANA CAZADORA