Quemar las naves
A los que habéis decidido quemar vuestras naves, sólo puedo desearos que el humo, el olor a quemado y los fantasmagóricos restos calcinados varados en la playa no os acompañen toda la vida. Por desgracia, sé bien de lo que hablo, pues yo también he quemado naves y, a veces, aún noto sus rescoldos ardiendo. Pero, si con todo, no habéis podido evitar prenderles fuego, permitidme que, simplemente, me haga a un lado… y os desee lo mejor.