Milagro

Llega un momento en el que buscar se acaba.

Ya hemos vivido suficientes milagros. Se nos han dado signos de sobra, señales a puñados. Entonces, ¿por qué aún tememos y seguimos cultivando las dudas y las distracciones para no tener que creer en lo que hemos contemplado con nuestros propios ojos, en lo que ha tocado nuestro corazón?

¿Qué imaginamos que nos va a pasar si lo hacemos? ¿nos parece que nos va a ir mejor siguiéndonos tenazmente a nosotros mismos como el perro que persigue su propia cola? ¿tenemos miedo de cuál pueda ser nuestro mejor destino, del precio que tengamos que pagar por él? 

No importa lo que se nos muestre ni cuántas veces se nos muestre: siempre podemos dejar de regar la planta. Y en ese caso, morirá. Se transformará en una anécdota curiosa, de ésas que de vez en cuando dejan a alguien con los ojos muy abiertos. Oh. Qué fuerte. Somos drogatas de lo fuerte. En cuanto se nos pasa la emoción, necesitamos otro chute. 

Pero ya sabemos lo que dura un chute.

Ya se nos han confiado suficientes brotes, todos ellos dotados para arraigar, crecer y florecer. Y cada vez nos hemos sentido deslumbrados por el privilegio. Y cada vez nos hemos aburrido del monótono trabajo del jardinero, arrinconando el regalo y pidiendo que se nos otorgue la sobrecogedora merced de recibir un nuevo don.

¿Qué es lo que queremos?

Nadie nos va a evitar un solo paso. Lo valioso no está hecho con el fin de tenernos divertidos.

Cuidar del regalo no es fácil. Muchas veces, dan ganas de cualquier otra cosa más excitante, más sabrosa, más encantadora, más brillante, más placentera… o simplemente que no requiera hacer absolutamente nada, como tumbarse en el sofá e ir pasando la tarde cambiando el canal de la televisión. 

Hoy estoy recordando todos los momentos, los milagros, los signos, los dones… que se me han dado, desde los más espectaculares a los más simples. ¿A qué espero?.

No a una nueva muestra de nada, desde luego. Puedo imaginármela tranquilamente añadida a la colección que ya tengo.

Si ya se me ha mostrado cuanto necesito ver ¿qué hago, intentando prolongar un día más – sólo hoy, por favor, sólo hoy… – el dulce tedio de lo menos malo?

¿Dónde están mi gratitud, mi responsabilidad, mi valor…? ¿Qué he estado buscando…?

Marian Quintillá

Perro persiguiéndose la cola