Acostumbramos a imaginar al Guerrero sosteniéndose sobre sus pies. Eligiendo. Decidiendo. Haciendo o no haciendo, pero por propia voluntad.
A un Guerrero que actúa y dirige.
Sin embargo, en ocasiones las circunstancias nos reducen a un estado en el que no podemos nada y en el que lo necesitamos todo de los demás. Una enfermedad, un accidente, un colapso, el propio deterioro de la edad, la inminente cercanía de la muerte…
A veces no podemos. Ni siquiera lo más básico.
¿Quiénes somos, entonces, nosotros? ¿Qué Guerrero se dibuja en esa imagen dependiente y frágil, quizá para un tiempo, quizá hasta el fin de nuestros días?
No irás donde decidas, sino donde te lleven.
¿Cuál es el sentido de vivir esta extrema debilidad, esta impotencia?
Quizá sea esta experiencia la lección menos deseada, la parte de la vida de la que seríamos incluso filosóficamente capaces de prescindir, de declarar que sobra y hacer por respaldarlo con reconfortantes – y a veces aparentemente humildes – argumentos.
No hay forma de transmitir la enseñanza que otorga este estado. No hay transformación comparable a la que no puede venir de nosotros de ninguno de los modos.
El Guerrero impotente. El que conoce otra cara de la luz.
Démosle la bienvenida cuando llega, aunque sea duro.
Marian Quintillá
Gran emoción al leer esto.
El guerrero impotente se enfrenta al desafio mas grande. Su fuerza se centra entonces en vencer a su misma fuerza, tal y como la conoció hasta entonces. En rendirse delante la imposibilidad de ser y actuar como el guerrero que conoce. Su valor en la aceptación de la dependencia, de la fragilidad estrema. Quizás sea su ultima batalla o una de las mas difíciles….a mi parecer.
siempre aunque creamos estar solos, luchan por nosotros, y si morimos se cumpliría ya nuestra misión, es cierto, que hay almas cansadas, sin importar la supuesta edad física, suelen tener mucha sabiduría y muchas veces las intentan acallar, ó las ponen a prueba. el viejo sistema de lucha de clases, también en el ámito espiritual, lleva a que los más sabios no hablen, mientras los bolsillos de otros se llenan.
A veces la no lucha, no hace más que de espejo vacio, de un sistema que nos lleva al fracaso colectivo.
Amén a eso, Umberto. Abrazos para Mariangela, para ti y para Niccolò <3 <3 <3