RendimientoEn este contexto olvidamos que sólo tolerando el aburrimiento y el vacío seremos capaces de crear algo nuevo. Ocupados siempre en perseguir un objetivo, descuidamos el placer de hacer sin más, de vivir fluyendo sin esperar nada a cambio. Por ejemplo, nos olvidamos de bailar, un movimiento que se sustrae completamente al principio del rendimiento. Sabemos tener y hacer, pero no sabemos simplemente ser.

[…] También en este aceleramiento en el que no cabe el placer sosegado se hace imposible la expresión de la rabia que tiene la facultad de interrumpir un estado y posibilitar que comience otro nuevo. La creciente positivización del mundo hace que esta sociedad se vuelva pobre en estados de excepción, se mitigan los sentimientos como el miedo o la tristeza que son tildados como negatividad. La sociedad se transforma en una máquina de rendimiento autista. La depresión es la manifestación de la lucha del alma por manifestarse cuando no puede hacerlo y no cesan los reproches internos a uno mismo ni se puede detener la autoagresión.

Esta sociedad del cansancio también se está convirtiendo en la del dopaje para rendir más y mejor: la cocaína que nos hace invencibles al cansancio y a la debilidad es la droga de la época, así como los antidepresivos nos permiten evitar el dolor y seguir activos, sin detenernos a llorar. El cuerpo se define como una máquina de rendimiento, no como un templo de sensaciones, una caja de resonancia que nos permite percibir, sentir, contemplar y disfrutar del mundo.»

MIREIA DARDER. Nacidas para el placer: Instinto y sexualidad en la mujer

MIREIA DARDER