«La inmortalidad no engendra sabiduría.
Sólo la mortalidad engendra madurez.
Hay personas en este mundo que han tenido suficientes aventuras para varias vidas. Son lo más cercano a lo que podemos concebir como inmortales. Sin embargo algunas de estas personas son irremediablemente inmaduras. Después de todo, cada vez que la vida se les puso difícil, cambiaron el rumbo y por suerte el nuevo sendero fue siempre rico y fructífero. La vida venía tan fácil que se sirvieron más de una porción.
Desafortunadamente, la madurez sólo llega de la amenaza de la mortalidad. El éxito sólo viene de la amenaza del fracaso. Sin presiones, no planificaríamos, no utilizaríamos la sabiduría, ni ejercitaríamos el cuidado. Nos damos cuenta de que sólo tenemos un tiempo muy corto para conseguir un logro, para probar que nuestra existencia valió la pena, y por eso nos esforzamos más duramente. Un inmortal nunca puede concebir semejante esfuerzo.
Sería bueno si nuestras tradiciones religiosas nos proporcionaran un camino infalible a través de la vida. Después de todo, vivimos un tanto fortuitamente: Nuestras vidas son un tapiz tejido tanto de equivocaciones como de éxitos. La religión no siempre nos proporciona un patrón significativo. Tenemos que tomar nuestras decisiones lo mejor que podemos, y a medida que maduramos, podemos ver mejor nuestro camino.
La muerte nos motiva. Nos asusta el fracaso. Tenemos que hacer las paces con este mundo misterioso, a veces hostil. Un inmortal no necesita enfrentarse con nada de esto. Pero nosotros los mortales debemos hacerlo, y debemos esforzarnos por hacer una buena actuación para nosotros mismos.»
DENG MING-DAO. 365 Tao Daily Meditations.
Traducción del inglés de Karin Usach
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