Judas meneó la cabeza, exasperado, y dijo:
—Primero hemos de arrojar a los romanos, porque ante todo, hemos de liberar a los cuerpos y sólo después a las almas. Cada cosa a su debido tiempo. No construyamos la casa comenzando por el techo. Comencemos por los cimientos.
—Los cimientos son el alma, Judas.
—¡Yo digo que los cimientos son el cuerpo!
—Si nuestra alma no cambia, Judas, jamás cambiará el mundo que nos rodea. El enemigo está dentro de nosotros mismos, los romanos están dentro de nosotros mismos. ¡La salvación comienza por el alma!

Nikos Kazantzakis
La última tentación, Capítulo 23