Queridos amigos, mañana por la mañana empezamos el taller de «El Guerrero Interior» de la Escuela de Verano del institut Gestalt. Estamos listas. Antes de empezar, colgamos aquí esta última entrada dedicada a los Guerreros: los del presente, los del pasado, los del futuro, los de siempre…

Bosque

El camino del Guerrero conlleva una renuncia a orbitar en torno al propio yo, sencillamente porque el poder es servicio. Para acabar siendo esclavos de nuestras necesidades psicológicas, por mucha consciencia que haya en ello, no hace falta realizar el esfuerzo de salir de viaje.

A los doce años, tuve una profesora de matemáticas con la que no me entendía en absoluto. La cosa era mutua: ni ella me entendía a mí ni yo la entendía a ella y, con la intransigencia propia de la edad, me temo que durante muchos años la taché por completo. Sin embargo, tenía una frase que repetía de vez en cuando y que me aprendí de memoria porque, aunque no la comprendía, me intrigaba: «El que se da sin poseerse se desparrama».

Años después, me doy cuenta de cuánto he oscilado entre reservarme y desparramarme simplemente por la dificultad de poseerme. 

Y esto entronca de modo directo con el camino del Guerrero.

La única razón por la que el Guerrero necesita poseerse a sí mismo es para darse sin desparramarse. Ahí está la libertad completa. Creamos para entregarnos y, en la entrega, nos desplegamos en todas las direcciones del espacio. 

No tengáis miedo.

O tenedlo, si es lo que toca.

Todo cuanto acaparamos en el granero acaba lleno de moho. Sin embargo, cuando el granero está vacío de puro dar, el corazón rebosa. Ésta es la plenitud.

Al poner el pie en el camino del Guerrero, se abre un espacio de incertidumbre. Dejémonos sorprender. Nadie conoce al Guerrero que lleva dentro, pero el Guerrero sí conoce el camino.

Marian Quintillá