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Diría que mi trayectoria académica y profesional es un tanto atípica. Fascinado desde niño por comprender el funcionamiento del mundo que me rodeaba, especialmente las máquinas, cursé la carrera de Ingeniería Industrial.
Al finalizar, atraído por los engranajes que movían esa otra máquina viviente que somos, realicé un Magister en Bioingeniería, cuya finalidad era la de acercar dos disciplinas tan dispares pero tan necesitadas de entendimiento mutuo como son la medicina y la ingeniería.
Simultáneamente, me inicié como investigador en el campo de la neurociencia con una beca que, por un lado, me ayudaría a sufragar los estudios y, por el otro, culminaría con el desarrollo de un prototipo de neuroestimulador epidural experimental para el tratamiento de las lesiones producidas por congelación, algo no poco frecuente entre los montañeros.
En estas circunstancias, me pareció natural comenzar un doctorado, que cursé durante un par de años mientras acababa el magister y la beca de investigación, pero que interrumpí para incorporarme al mundo empresarial en el campo del I+D. Lo más destacable de aquella época fueron un conjunto de proyectos de domótica y teleasistencia cuyo objetivo era facilitar que las personas mayores pudieran permanecer en sus casas de manera autónoma el mayor tiempo posible. Entre otras cosas, participé en el desarrollo de un sistema domótico propio basado en el estándar European Home Systems, protocolo que más tarde se integraría en el actual KNX. Algo bastante pionero para aquella época aunque no llegara a cristalizar, en parte debido a una tecnología aún no lo bastante madura.
Pero esta etapa también llegó a su fin. Comprender, diseñar y fabricar máquinas era una cosa, pero comprenderme a mí mismo y mi relación con los demás era algo bien distinto. Desde que tengo memoria me ha resultado difícil gobernar mi propia mente, y no digamos manejarme en un entramado de relaciones interpersonales que no terminaba de comprender. Es por ello que, desde bastante joven, entré en el mundo de la psicoterapia en un momento en el que ir a un terapeuta no estaba tan normalizado como ahora. Ni qué decir tiene que aquella experiencia me cambió la vida y me dejó una impronta que ya no se borraría. No resulta extraño que, una vez que mi vida parecía encarrilada, mi siempre insaciable vocación de descubrimiento me llevara a enrolarme en una formación en Terapia Gestalt en Barcelona, que simultaneé con mi trabajo como ingeniero. Fue una época de cambios profundos y experiencias memorables, entre las que destaco la fortuna de haber aprendido directamente de Claudio Naranjo sobre Eneagrama y Psicoterapia Integrativa, o haber asistido a la introducción de las famosas Constelaciones Familiares de mano de su creador, Bert Hellinger, por citar un par de ellas.
Así las cosas, y llegado el momento, me decidí a dar un salto personal y profesional para dedicarme íntegramente al ejercicio del acompañamiento y orientación en procesos de crecimiento personal con metodología gestáltica, que es la que está en la base de mi formación. Fui colaborador durante 17 años de Aula Gestalt, el centro de Barcelona en el que me formé, desde 2005 hasta su clausura a finales de 2021 y actualmente mantengo, junto con Marian, consulta propia en Zaragoza y Barcelona. También comencé unos estudios en Psicología que sin embargo, en aquel momento no sentí que me aportaran lo suficiente, por lo que decidí postergarlos para centrarme en lo que consideraba verdaderamente importante: mi entrenamiento del quehacer terapéutico puro y duro y mi propia maduración personal. Esto incluyó largos años de supervisión y numerosos procesos de reciclaje incluyendo, muy especialmente, un profundo aprendizaje en la participación y acompañamiento de procesos en estados alterados de consciencia, disciplina particular donde las haya y en la que la vida ha terminado por proporcionarme una cierta experticia.
Finalmente, en parte por añoranza de mi época académica, en parte por la madurez de los años, y convencido de que el conocimiento es importante y nunca es tarde para seguir aprendiendo, me he decidido a retomar la carrera de Psicología. Tarea en la que ahora me encuentro inmerso y que compagino con mi quehacer cotidiano.
Dicho lo cual, y dejando claro, tanto el hecho cierto de que (todavía) no soy psicólogo, como la realidad de los muchos años a mis espaldas de trabajo y compromiso con la tarea de acompañar procesos de maduración y crecimiento personal a lo largo de casi tres décadas, estaré encantado de acompañarte en el tuyo propio, si así lo decides.
Y, para finalizar, y a modo de anécdota, si bien es en el campo del acompañamiento donde más he crecido personal y profesionalmente, nunca he perdido el contacto con la tecnología y, especialmente, la domótica, que me sigue cautivando y que continúo cultivando. Si tienes curiosidad puedes visitar mi blog personal uningenieroencasa.es
David Magriñá